jueves, 4 de diciembre de 2008

La vida en el parque Duarte

Hey! va a limpiar?

Esta es la frase que da la bienvenida al parque Duarte, alojamiento de decenas de santiaguenses que desarrollan su vida entre árboles, brisa fresca y personas nuevas que cada día se agregan a la larga lista de sus conocidos.

Julio, es uno de los jóvenes que se alcanza a ver en primera instancia, este se pasea por el lugar cargando con la responsabilidad de llevar a su casa la comida que alimentará a sus cuatro hermanos (imagen cajita limpia botas), quienes esperan ansiosos porque su hermano mayor haya lustrado los suficientes zapatos como para sobrevivir.

Pasados treinta minutos después de las ocho de mañana, Julio ya tiene cincuenta pesos para espantarse el hambre, sin embargo a su amigo Ángel nadie le ha comprado un disco compacto por lo que este se entretiene observando el quehacer de los visitantes del parque.

Mientras pasan los minutos logramos descubrir el porqué las personas dedican parte de su tiempo a estar en el lugar, y es que este les sirve como regocijo del alma, pues ahí permanecen para estar acompañados pero a la vez solos con ellos mismos, así como para desde un papel o una mirada encontrarse con la realidad de los demás.

Transcurridos cuarenta cinco minutos, la tranquilidad que existe entre los árboles no se espanta ni siquiera por el escándalo de los vehículos que constantemente suenan la corneta, tampoco se mutan los trabajadores informales que se desempeñan en el lugar, pues estos continúan ofertando con gran parsimonia desde escobas, suapers, helados, golosinas, lustro de zapatos, música hasta servicio de detectives privados.

Definitivamente no se necesita más de una hora para percibir que en el parque Duarte conviven diariamente vidas que a pesar de sus diferencias coinciden en que todas están unidas por la misma realidad.


Milagros Rodríguez

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